En 1771, la consorte del rey Fernando IV, la reina María Carolina de Habsburgo, durante un baile de corte en el Palacio Real de Caserta, hizo servir a sus invitados una bebida de color negro muy popular en Viena y poco popular en Nápoles donde, precisamente por su color negro, se creía que traía el mal: la "bebida del diablo". Con el evento celebrado en el Palacio Real de Caserta, nació el primer café del Reino de Nápoles. A partir de ese momento, fueron los napolitanos quienes destacaron en la preparación del café gracias al uso de un tueste especial de los granos que daba a la bebida un sabor rico e intenso.